En estas tormentas que son características en los cambios de estación, la arena se empieza a sentir cuando te toca la piel y la saboreas en la boca y luego todo alrededor cambia de color, los letreros en las avenidas empiezan a desaparecer de la vista, los carros encienden sus luces y se maneja con más precaución, como si se estuviera manejando bajo la lluvia.
Mientras Míkel y yo veníamos en el carro tomando fotos y disfrutando del cambio temporal de imagen de la ciudad. Minutos después cuando Mike llega a la casa y me pregunta que cómo estoy, yo sólo le contesto: arenosa.
Antes de que oscureciera a las 6:30 el panorama se veía rojo y amarillo tal y como la arena de este desierto.
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