Dejaré de ser residente en esta bella ciudad donde fui muy feliz, mi corazón está encogido, durante mi estancia en Dubái me tocó decir adiós con tristeza a muchas amigas con las que me había encariñado y ahora soy yo la que recibí abrazos y tuve que esforzarme en sonreír para que no se me salieran las lágrimas cada vez que me iba despidiendo de personas muy queridas que voy a extrañar.
Durante las últimas semanas me fue difícil empezar un día sabiendo que sería la última vez que cumpliría con una función en particular, como cuando di el último tour al desierto y solo deseaba llenarme mis ojos con lo más que pudiera del paisaje de las dunas doradas, mi último viernes sirviendo como ujier en mi iglesia UCCD donde disfruté como siempre el ver entrar gente de muchas lenguas y naciones llevando muchos de ellos sus vestuarios típicos, imaginándome que así será el cielo y mi último día dando el estudio bíblico entre mujeres latinas, deseando que el reloj no avanzara para poder dejar en sus corazones el mensaje de ser luz a otras.
La empacada también hizo florecer todo tipo de emociones, mientras me fui desprendiendo de algo, cada artículo en la casa tenía una historia, desde un florero que compré para decorar mi cocina, la tienda de campaña en la cual disfrutamos varias noches de camping en la playa, o mi sofá blanco donde pasé muchas horas orando, leyendo y escribiendo. Los libros fue lo que me tomó más tiempo, al ir tomando cada uno para decidir si lo seguía conservando o lo donaría recordé la época en el que lo leí y con quién compartí esa enseñanza o lectura, así que me tomó varios días dejar los estantes vacíos, cada libro tenía un valor especial.
De Dubái me llevo una buena impresión, extrañaré caminar por sus calles limpias, bien iluminadas y sin peligro, recordaré con nostalgia el área del Creek con sus aromas a especies e incienso, porque esos olores no los puede captar una cámara, el privilegio de ser mujer al tener áreas exclusivas para nosotras en el transporte público y en las oficinas de gobierno y por supuesto el Dubái Mall lleno de turistas y de mujeres emiratíes vistiendo orgullosamente su abaya negra con zapatos y bolsos elegantes al lado de otras mujeres o de su esposo quien vestía su impecable kandura blanca.
Me siento afortunada de haber sido testiga de la transformación de esta gran nación, manejar ahora en Dubái y en Abu Dhabi no tiene comparación a como fue entre el 2006 y 2010 cuando el tráfico era complicado porque estaban en construcción los impresionantes ejes viales que ahora facilitan y recortan los tiempos en llegar de un extremo a otro de las dos ciudades. Presencié también las inauguraciones de lo que hoy son las principales atracciones las cuales visitaba frecuentemente con los turistas que iba guiando y con quienes disfruté mucho mi trabajo por los últimos seis años porque además me hizo querer este país y admirar a sus gobernantes.
Desde el piso 124 del Burj Khalifa.
Estoy cerrando un bello círculo lleno de aprendizaje, ahora solo me queda agradecer, primeramente a Dios que me ha cuidado, al Pastor John Folmar y a la congregación de United Christan Church of Dubai que fue mi apoyo espiritual, a mis bellas amigas del Estudio Bíblico Latino a lo largo de más de 10 años, que fueron una de las principales razones de mi felicidad al sentir que estaba cumpliendo uno de los propósitos por el cual llegué aquí, desde Mayoli quien me motivó a iniciarlo hasta Esmeralda y Katherine quienes continúan al frente.
Mi fiesta sorpresa de despedida.
Gracias al anterior Embajador de México, Francisco Alonso que me dio su apoyo para organizar eventos entre la Comunidad Mexicana al igual que a todos nuestros amigos que nos acompañaron a varias taquizas en nuestra casa por su amistad incondicional, a Denisemi maestra de inglés quien fue también mi amiga y consejera, a Graham Morton, mi coach de squash, a Arabian Connection, la agencia de tours para quien he trabajado con mucho gusto y por supuesto a Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum, Vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos y Gobernador de Dubai por darnos la oportunidad de vivir en paz y seguros en esta bella ciudad habitada por personas de más de 100 nacionalidades.
Volveré después como turista para disfrutar de nuevo de los sabrosos y frescos dátiles, para admirar las obras arquitectónicas que están ahora en construcción como el Creek Tower, para gozar de la fuente danzante y por supuesto para abrazar a todas mis amigas y amigos que seguirán viviendo en Dubái.
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